lunes, abril 24, 2006

La Campana


Iba tarde pero no me esforcé por llegar antes, desde la esquina vi al guardia cerrar la puerta así que caminé despacio para unirme a la fila de los atrasados.
Me fumé un cigarro o dos antes de que abrieran la puerta de nuevo, a esa altura la fila ya era una montonera, entonces el guardia volvió a salir y con voz de regimiento ordenó hacer una fila única, cosa que acatamos rápido y en silencio.
Van a entrar de a uno así que tengan sus papeles en la mano, exclamó soberbio. No supe de que papeles estaba hablando así que un poco nervioso esperé mi turno.
Entré con confianza, la sala estaba vacía y detrás del mesón no había nadie. Esperé un par de minutos y cuando ya estaba dispuesto a seguir adelante apareció desde el fondo una teñida y muy bien uniformada mujer. Se paró detrás del mesón y quedó más alta que yo. Sin mirarme y con voz seca me pidió mi bolso, mi carnet, mi identificación y mi justificativo.
Entregué todo lo pedido pero ¿mi justificativo? Entendió en mi mirada mi desconcierto. Ante mis ojos so volvió aún más alta, respiró hondo y sacó una voz más seca que la anterior:

Supongo que usted sabe que cuando llega tarde tiene dos opciones, la primera es no llegar y la segunda traer una carta de justificación de su agencia.

La verdad es que no lo sabía, es primera vez que llego tarde y no llegué tan tarde, el guardia me cerró la puerta en la cara, le contesté.

Supongo que usted sabe que cuando llega tarde tiene dos opciones, la primera es no llegar y la segunda traer una carta de justificación de su agencia.
Además tarde es tarde, tarde es después de la hora, tarde es cualquier cosa después de la campana.


Hay campana???!!! Le pregunté.

Se está haciendo el gracioso? no sabe que si llamo al jefe de sección lo “anotan” de inmediato y con tres anotaciones lo echan.

Me anotan, acaso hay un libro de anotaciones????!!!
Debo confesar que en ese momento sentí una de mis más profundas regresiones, miles de malos recuerdos se me agolparon en la cabeza, se me despertó la neurona escolar, me transpiraron las manos, se me secó la boca y me puse colorado. La volví a mirar y bajé la vista, no se imaginan la cantidad de cosas que pensé decir y no dije.

Mire es la última vez, lo voy a dejar pasar “sin decirle nada” – sin decirme nada!!!!- así que vaya y repórtese con su jefe, ojo que la próxima vez no pasa.

Entré a la tienda, aún un poco helado, y me puse a trabajar. Trabajar como adulto, en un mundo de adultos, con responsabilidades de adulto, pero pensando en la campana y en el famoso libro de anotaciones.